Henry Ford fue un famoso genio de los automóviles y aún más de la producción. Fundó una de las empresas más famosas del mundo, la “ Ford Motor Company ”, y revolucionó la industria del automóvil, pero no logró construir uno de sus sueños: su propia ciudad en medio de la selva amazónica de Brasil.
En 1927, el empresario del automóvil decidió fundar una ciudad en plena selva amazónica para obtener caucho de los árboles para producir a gran escala látex para sus automóviles. Esta es la historia de Henry Ford y su fracasada utopía: Fordlandia.
En aquella época, conseguir caucho natural era excesivamente caro para los empresarios estadounidenses, ya que Reino Unido tenía el monopolio del mercado gracias a sus colonias del sudeste asiático, principales productoras del mundo.
Cuando en Brasil vieron que habían perdido parte del pastel, decidieron buscar inversores extranjeros para reactivar la explotación de caucho en sus tierras y con ello, su economía.
A finales de la década de 1920, Brasil cubría el 2 % de la demanda mundial. Antes de que la producción se extendiese a Asia, producía el 95 % de todo el caucho que se consumía en todo el mundo.
Por eso, en 1927, las autoridades brasileñas ofrecieron a Henry Ford un convenio por el que la multinacional se hacía con 200.000 kilómetros cuadrados de terreno al norte de Brasil, en el Estado de Pará, a orillas del río Tapajós, un afluente del Amazonas.
Ford aceptó la oferta y comenzó a levantar un asentamiento de alrededor de 110.000 kilómetros cuadrados concebidos para la producción de caucho.
Ford había crecido en una granja y creía que no había nada mejor que los pueblos del Medio Oeste de Estados Unidos, así que construyó su pueblo «estadounidense» en el Amazonas con su correspondiente fábrica de caucho, que era a lo que quería realmente.
Sus trabajadores tenían un sueldo además de vivienda, salud y educación, eso sí, ciñéndose a lo que Ford consideraba «valores estadounidenses».
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Salón de baile, iglesia, piscina y hospital de Fordlandia en Brasil.
No se permitía alcohol, se aplicaban pautas de alimentación y normas de vestimenta, los horarios de trabajo eran inflexibles, arrancaban a primera hora de la mañana y no finalizaban hasta media tarde, un horario adecuado para una factoría de Detroit.
Pero el problema era que no estaban en Detroit, por lo que esos horarios no eran adecuados para quienes debían trabajar en una plantación amazónica, soportando una humedad sofocante y temperaturas elevadas.
Al final, todas esas imposiciones y que el caucho sintético dejó obsoleto al natural, firmaron la sentencia de muerte de Fordlandia, que se terminó traspasando al gobierno brasileño en 1945.
Ford invirtió dos décadas y una fortuna en su sueño amazónico, pero nunca puso un pie allí, tenía pavor a las enfermedades tropicales. Quien sí la visitó fue el mismísimo Walt Disney en 1941 para grabar un publirreportaje: «The Amazon Awakens».
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Henry Ford con el Modelo T en Buffalo, NY, 1921.
Sus árboles apenas llegaron a producir 750 toneladas de caucho que jamás fue utilizado en ningún Ford. En la actualidad, Fordlandia sigue siendo el hogar de unas 3.000 personas.