Cuentan que, durante una visita a Estados Unidos en 1928, René Lacoste, integrante del equipo francés de la Copa Davis, quedó fascinado por una maleta de piel de cocodrilo que vio en una tienda. Ese día nació una leyenda de la moda.

El capitán de su equipo le prometió que aquella maleta sería suya si ganaba un partido. Y aunque Lacoste perdió, sus compañeros comenzaron a llamarle «Cocodrilo».

No lo sabían, pero aquella anécdota sería el origen de un icono de la moda y el deporte, ya que René tenía un talento excepcional tanto para el tenis como para los negocios.

Lacoste ganó 7 Grand Slams entre 1925 y 1929, pero su carrera se vio truncada de manera repentina debido a una tuberculosis. En 1930 el tenis perdía a un campeón, pero el mundo ganaba a un extraordinario empresario e inventor.

Tras el “incidente” del cocodrilo en Estados Unidos, un amigo le dibujó uno que le gustó tanto que mandó bordarlo en las chaquetas con las que saltaba a la cancha. Desde aquel momento, Lacoste y su cocodrilo fueron inseparables.

Y cuando se retiró decidió utilizar aquella imagen como símbolo de su marca. En 1933 fundaba “Chemises Lacoste” junto a un empresario textil, en la ciudad de Troyes, en Francia, pero Lacoste quería hacer algo diferente.

Probó hasta 11 prototipos hasta llegar a la versión definitiva de su legendario polo. El número 12 fue considerado el perfecto. Había nacido un icono.

La marca comenzó a crecer, pero sería en 1952 cuando recibió el empuje definitivo gracias a que el presidente estadounidense Eisenhower comenzó a vestir los polos de Lacoste para jugar al golf, lo que provocó que su polo llegara también a la calle como símbolo de elegancia y exclusividad.

Pero Lacoste continuó innovando. En 1958 creó unas zapatillas para jugar al tenis, en 1963 revolucionó ese deporte con la raqueta de acero, en 1964 inventó el amortiguador de cuerdas para la raqueta.

Inventar era un modo de vida para él y hasta su muerte registró más de 30 patentes, no solo en tenis, también en sectores como la industria, la aeronáutica, el automóvil o el textil.

Tras ser diagnosticado de cáncer, se retiró a San Juan de Luz, cerca de la frontera con España, en Irún, donde pasó sus últimos años hasta su fallecimiento el 12 de julio de 1996.

«Inventor debería estar en mis tarjetas de presentación. ¡He estado inventando toda mi vida!» – René Lacoste.