En 1892, un irlandés cambió para siempre la forma de beber cerveza con un invento tan simple como brillante. Un sencillo y revolucionario diseño que cambió para siempre una industria: la tapa de las botellas.
El origen de la cerveza, hace 7.000 años, con los sumerios, trajo consigo un problema que durante siglos no se resolvió completamente: cómo tapar las botellas sin que la bebida perdiese sus propiedades.
Los productores empleaban tapones de todo tipo que tenían que sujetar con cuerdas o alambres, ya que por sí solos no resistían la presión interna del gas contenido en las botellas, lo que provocaba que el costo de producción de una bebida barata como la cerveza se disparase.
Todo cambió en 1877, cuando un alemán inventó la botella con cierre mecánico, que permitía sellar las botellas de cerveza con seguridad para su transporte hasta el cliente final. Consistía en un tapón de porcelana con una junta de goma y un resorte de alambre que hace palanca.
Fue una gran revolución, ya que permitía cerrar y abrir la botella sin que el líquido perdiese sus propiedades, pero la junta de goma se deshacía con el tiempo, el cuello de las botellas solía agrietarse y romperse tras muchos usos y la estanqueidad disminuía con el tiempo.
A finales del siglo XIX se produce el “boom” de las bebidas gaseosas y el problema del cierre se convierte en vital, ya que no existía una forma eficaz de conseguir cerrar la botella para que no perdiera el gas, haciendo que el sabor del producto se viera completamente mermado.
Quien consiguiese crear un sistema para cerrar de manera estanca las botellas haría el negocio de su vida.
Miles de patentes fueron creadas, pero la más efectiva fue la de William Painter, un irlandés afincado en Baltimore, que encontró la solución en un diseño simple y efectivo que patentó en 1892 y que era fácil de colocar gracias a una máquina también inventada por él.
Nacía el tapón corona, coloquialmente conocida en Barranquilla como la checa, un tapón metálico dotado de un borde en forma de corona, que distribuyen la presión del tapón por el cuello de la botella, y una lamina de plástico o corcho en su interior que proporcionaba el sellado estanco.
La checa resolvió todos los demás problemas de los fabricantes de cerveza y del resto de bebidas con gas: era barata, era eficaz, se instalaba con la misma máquina que llenaba las botellas y permitía abrir las botellas fácilmente con cualquier esquina.
Pero muchos compradores no tenían muy claro cómo abrir las botellas, así que tuvo que surgir otro mercado, el de los abrebotellas o destapadores como le decimos en el caribe colombiano. Así que Pâinter inventó un utensilio que permitía quitar las checas de las botellas, un destapador que patentó, el 6 de febrero de 1894.
A día de hoy, la checa o tapa no tiene rival en la industria por su reducido precio, su sencillez y, sobre todo, su efectividad. Y todo gracias a un genio irlandés.